Desde lo emocional, reconocerle al otro es mirarle dos veces; re-conocer, otorgarle un lugar y una importancia al otro y aquello que nos viene a mostrar. ¿Cuántas veces vamos por la vida y por nuestras relaciones dando por hecho que el otro sabe que nos importa, que lo queremos y que lo admiramos, que lo vemos, que nos damos cuenta de lo que hace o deja de hacer y en realidad nunca se los decimos?
Prestar atención a estos detalles y reconocer al otro es decirle que nos importa, que nos afecta (en positivo o negativo), nos influye, es decirle que su presencia en nuestro camino tiene un impacto, un valor y un cambio en la forma de ver la vida.
Reconocer los logros por pequeños que estos sean a los hijos (sean niños, adolescentes o ya en edad adulta) es decirle “te amo, me importas”; reconocer en la pareja el esfuerzo, sus detalles, sus logros es decirle “te amo” “te acompaño”, reconocerse como familia la fuerza que tienen y el impacto que tienen en los que les rodean es fortalecerse en familia. Reconocerle al empleado, al compañero de trabajo, al superior, es crear vínculos y ser constructor de un mejor ambiente de trabajo.
Pero esto no solo aplica a los demás, a los que están afuera y con quienes nos relacionamos, esto también tiene que ver con nosotros mismos, reconocerse a sí mismo, es estar en contacto con nuestra inteligencia emocional, es trabajar en sí mismo, conocerse, aceptarse, amarse y respetarse a uno mismo.
Reconocerse es saber que hay un límite entre un yo y un no yo y favorecerá el saber manejar los límites hacia afuera y así tener la posibilidad de reconocer a los demás.