Sin embargo como dije al principio, “los tiempos han cambiado…” y esto se observa cuando los padres son, frente a sus hijos, quienes experimentan este miedo infantil a no ser amados, en su caso a ser rechazados; traduciéndose este temor en padres permisivos, híper tolerantes a los berrinches de los hijos y con dificultades para establecer límites claros, concretos y constantes ( las 3 Cs)
Permítanme aquí, poner un ejemplo que ayude a clarificar las 3 Cs:
“Pablo de 4 años le pego a su hermanita Clara de 1 año.” Pablo, además de estar probablemente enojado porque llego alguien más con quien compartir el cariño de papá y mamá y no poder expresarlo en palabras, esta lastimando a su hermana con una conducta no deseada (transgrediendo el limite corporal y relacional con el otro) pero esto a Pablo quizá nadie se lo ha dicho, por lo tanto, no lo sabe; ¡justo ahí! Entran papá y mamá en acción; Poner límites… explicarle a Pablo (claramente) el porqué de su conducta y como esta no es la mejor opción para demostrar sus emociones y cuál es la consecuencia (concreta) de sus actos y mantener estas consecuencias si se repite la conducta (constante)”
A veces los papas en consulta hablan de no saber cómo poner límites o hasta donde y cuando ponerlos, no quieren ser vistos como unos “ogros” estrictos, ni tampoco permisivos y débiles. También puede suceder que este miedo a ser rechazado o “no querido” por los hijos, sea lo que dificulte el camino. Cuando de poner límites se trata, no quiere decir que buscamos hijos perfectos, que nunca se equivoquen, se caigan o que no nos lleven la “contraria”, significa permitirles moverse, experimentar, aprender, caerse y pegarse pero sin consecuencias irremediables que lamentar mas tarde. Guste o no, a veces es necesario que los padres sean “los malos del cuento” para que los hijos logren incorporar los limites y transiten el camino con amor, responsabilidad y aunque parezca contradictorio, con libertad, esa que da el conocerse, y respetar a los demás y así mismos; ponerles limites es enseñarles a que no sean esclavos de sus pasiones y caprichos.
Así que encontré una metáfora que creo puede ayudar con estas dudas y temores:
¡Papá¡, ¡Mamá¡ en la carretera de la vida, te toca ser el muro de contención que divide los carriles… no puedes evitar que choquen contigo y se lastimen, pero si eres ese muro de contención claro, concreto y constante, seguro evitaras que vayan en sentido contrario o que caigan al barranco.
Como padres, poner límites a los hijos es regalarles la hermosa posibilidad de ser responsables de sí mismos y de sus acciones, así como de sentirse seguros y acompañados en el camino de vivir.